Alan García por segunda vez ha instituido un gobierno totalmente corrupto. La inmoralidad reina y se desarrolla antes y después de los patrulleros de Mazzetti-Alva Castro; las ambulancias y los hospitales de Garrido Lecca; los petro-audios del triunvirato García, Del Castillo-León Alegría; el remate de Collique; la venta y remate de los puertos y aeropuertos; las concesiones onerosas de los nuestro recursos naturales mineros y forestales, entre otros desaguisados millonarios.
En alianza con los fujimoristas, el gobierno se compró a todos los tránsfugas del Congreso hasta dominar ese poder del Estado; las leyes salen a gusto del Ejecutivo para facilitar el asalto al estado y seguir robando a manos llenas, además, para reprimir a balazos las protestas populares. Otro tanto sucede en el poder judicial, cuyas instancias de la magistratura se mueven a través de la música de palacio de gobierno (exoneración al corrupto general Walter Chacón y dureza contra los dirigentes de base, por ejemplo, caso Pizango). Ni qué decir de los altos jefes militares y policiales (narcos, comisionistas y gasolineros. ) Y por último tenemos a la prensa “aceitada” a nivel de los dueños y los periodistas “mermeleros” de siempre, puesta de rodillas ante cualquier pestañeo del poder central. Es decir, Alan García Pérez tiene todo el poder en un solo puñado.
No cabe duda, el lumpen aprista y sus seguidores de ocasión, mientras les dure, se encuentra en el poder, imponiendo un absolutismo pocas veces visto en el país, aunque similar a la autocracia de Fujimori. A este triste y nauseabundo panorama se agregan los grandes negociados vinculados a la exportación de cocaína, donde el Perú, gracias a los favores de la “vista gorda” del gobierno aprista, se ha colocado primero en el mundo derrotando a Colombia, el socio estratégico de Alan García.
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