Una vez más Mario Vargas Llosa retorna a la política militante encrespada y lo hace en respaldo a los rebrotes políticos del sanguinario dictador Augusto Pinochet. El escritor dedicado a la novelística frívola en sus últimos treinta años (Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, Elogio de la Madrastra, Los cuadernos de don Rigoberto, El paraíso en la otra esquina, Travesuras de la niña mala, etc.) en Santiago de Chile se ha volcado a brindar un desaforado apoyo a Sebastián Piñera, candidato de la ultraderecha recalcitrante, empresario enriquecido (uno de los más acaudalados de su país) durante los 17 años de la dictadura militar. Es decir, Vargas Llosa apoya a un magnate que mientras el pueblo chileno sufría la violencia armada, la represión, la tortura y las caravanas de la muerte, él, Piñera como empresario, se dedicaba a crear una enorme fortuna de la mano de la junta militar gobernante.
Una vez más con la magia de las palabras Mario Vargas Llosa desea cambiar la realidad, esta vez, con la pretensión de engatusar al pueblo chileno. En la misión encargada por las entidades republicanas de Washington, este escritor, sustantivamente financiado por ellas, considera a Piñera, según su propio mensaje “un buen representante de la centroderecha liberal” y agrega “que tras 20 años en el poder la coalición oficialista, o sea el gobierno actual ha perdido “dinamismo y energía.” Y refuerza su tesis diciendo “Piñera representa una centroderecha moderna, liberal, idealista, que consolidará la democracia y va a dar un impulso al desarrollo de Chile.” Nunca mejor elaborada esta patraña de dimensiones inalcanzables. ¿De cuando acá en la historia, al lado de los empresarios fascistas la democracia se puede consolidar a favor de los pueblos? La señora Michelle Bachelet, actual presidenta de Chile, acaba de alcanzar un nuevo record de aprobación a su gestión, de 81% estando de salida, subiendo 4 puntos respecto al sondeo realizado en noviembre 2009 y el gobierno de la concertación como tal, con la misma encuesta de Adimark, obtiene 65% de apoyo. ¿Dónde está el agotamiento de la concertación o la pérdida de dinamismo y energía que señala el autor de las frivolidades de la madrastra y la niña mala? Sin ser la concertación la mejor opción para el pueblo chileno, es evidente que ese país ha avanzado hacia una democracia representativa neoliberal prudente y medida, en la cual está ausente la participación masiva de los ciudadanos, sin embargo, la regresión que significaría Sebastián Piñera como jefe de estado pondría a Chile en peores situaciones, en la dinámica del “capitalismo salvaje” hoy en retroceso luego de la crisis económica mundial.
Una vez más Mario Vargas Llosa, con muchos recursos a su disposición, nos trae el montaje de asegurar en Chile una posible victoria de las corrientes corruptas del neoliberalismo extremista que aún habitan en América Latina, principalmente, en Colombia, Perú y México, donde el pueblo y los trabajadores son sometidos a las más violentas y duras condiciones de supervivencia. No nos dejemos engañar por los cantos de sirena de una agente provocador, papel desempeñado, últimamente en Caracas, por este trivial y ligero escritor convertido en líder de una entente contrarrevolucionar ia fascista. En el fondo, luego del golpe militar en Honduras y las ilegales y fraudulentas elecciones en ese país, dirigidas por el dictador golpista Roberto Micheletti, con el apoyo de Norteamérica, Colombia, Perú y Panamá, se trata de abrir un frente desestabilizador de la revolución social o de los intentos de renovación de la política hemisférica que habitan en Bolivia, Ecuador, Uruguay, Venezuela, Brasil, Argentina, Paraguay, Nicaragua, y por supuesto, en Cuba. Se trata, pues, de quebrar la todavía neutralidad de Chile respecto a estos procesos equidistantes de la acostumbrada hegemonía político-econó mica de la Casa Blanca.
Una vez más Mario Vargas Llosa abandona su dedicación a la escritura pastoril y bucólica de sus últimas novelas, para dedicarse a la actividad principal de la propaganda y provocación política contra toda revolución social. Este conocido provocador de ultraderecha, líder del lobby anticubano de la gusanería de Miami, cuya dedicación por beneficios personales se junta a la de José María Aznar de España, pretende revertir el curso progresista asumido en América Latina y el Caribe. Aprovecha en este propósito el resultado de la primera vuelta electoral en Chile, donde Piñera alcanzó de 44% frente a 30% del candidato oficialista, el ex presidente Eduardo Frei, un pésimo candidato de la concertación es cierto que, empero, frente a la realidad concreta del advenimiento del fascismo es el menos malo para la ciudadanía, pues en una situación de grave crisis económica mundial, quienes preconizan la desregulación, el debilitamiento del Estado a favor del libre mercado sin cortapisas, como lo hacen Piñera y sus acólitos, socavan el derecho de los trabajadores y crean el desempleo masivo. Piñera estará siempre a favor de la especulación de los más ricos como él, a quienes interesa poco o nada la pobreza extrema de los pueblos. Felizmente, no todo está dictado a favor de la regresión político-social que representa la candidatura fascista de Piñera, el pueblo chileno reflexiona respecto a los resultados de la primera vuelta y todavía existe un colchón sólido de electores que si bien no votaron por Eduardo Frei, sí lo harían ahora bajo circunstancias distintas.
Tanto los candidatos Marco Enriquez como Jorge Arrarte, tercero y cuarto en la contienda, se dan cuenta de lo que está en juego en Chile a pesar que ninguno de los dos, durante sus respectivas campañas, pusieron como crucial el tema del proyecto económico neoliberal actual bajo control mayoritario de las empresas transnacionales, invariable desde la época de Augusto Pinochet. Ambos se dan cuenta de la regresión o marcha atrás que significaría la elección de Piñera en cuanto a la afectación del sistema laboral que pasaría a ser controlado de forma absoluta por las empresas, los bancos y el sistema financiero, especialmente del medio agrario y campesino totalmente en abandono. Y si bien el crecimiento de la economía con los gobiernos de la concertación ha sido a costo de los salarios bajos, los recursos naturales y la entrega de los sectores productivos y de servicios a la multinacionales, con los herederos de Pinochet en el gobierno y los medios de comunicación a masiva en su apoyo, el control de la sociedad chilena, la explotación descarnada de los trabajadores y la exclusión, se impondrían sin escrúpulos de ninguna clase. Se pasaría de la moderación neoliberal (concertación) al extremismo privatizador, pro patronal, a manos de la oligarquía. Aquí no tienen lugar las equivocaciones, tampoco las apuestas al vacío, así Vargas Llosa diga que el virtual triunfo de Piñera “va a ser un hito en América Latina.” El pueblo chileno de tan gloriosa resistencia a los designios de la dictadura sangrienta de Augusto Pinochet, sabrá hacer la distinción a la que está obligado para salud de la patria. Sabrá distinguir entre el avance democrático paulatino y el retroceso a la caverna en materia de educación, salud, beneficios sociales, participación ciudadana, trabajo digno, pequeña y mediana empresa, libertad de expresión, derechos de los pueblos originarios y derechos humanos. Más allá de las diferencias en el campo de la concertación y la izquierda chilena, se impone un ALTO a la alianza internacional de la derecha cavernaria, cuyo máximo canciller y embajador plenipotenciario es, que duda cabe, Mario Vargas Llosa, quien no ha tenido vergüenza de señalar, además, su irrestricto apoyo a Alan García Pérez, a uno de los políticos más corruptos e inmorales de la historia peruana, protagonista del etnocidio de los nativos de la amazonía en Bagua y de los genocidios en las comunidades campesinas y las cárceles de Lima durante su primer gobierno. Todo ello dice bastante respecto a la catadura moral de este escritor peruano venido a menos como adalid político.
*Poeta y escritor peruano residente en Canadá
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