jul 5th, 2012
by Jinre
Por: Jinre.
Siempre
he dicho que quienes se juntan en gran número, haciendo “mancha” para
“abollar”, golpear con ira incomprensible y sin compasión alguna a una
sola persona, son unos perfectos y –como suele decir la derechista
Lourdes Alcorta- unos “reverendos cobardes”. Son muchas las veces que
con seguridad hemos visto denigrantes imágenes de pandilleros o grupos
de jóvenes disociados que en cantidad numerosa y con ademanes que
supuestamente denotan valentía y arrojo, arremeten contra una sola
persona golpeándola sin piedad en cualquier parte del cuerpo con
patadas, puñetes y hasta con elementos contundentes – llámese palos,
varas, etc. – sin ponerse a pensar por un solo momento en el grave daño
y dolor que pueden estar causando a quien agreden, incluso, sin
importar si le causan la muerte.
Estas
conductas desde luego no constituyen de ninguna manera la expresión de
personas valientes ni mucho menos, sino más bien, representan la más
vergonzosa expresión de cobardía, propias de un ser cagón que se siente
capaz de actuar de esa forma sólo cuando están respaldados por una
“mancha” de otros cagones como él. La supuesta “valentía” bajo estas
circunstancias, no se expone en condiciones de igualdad de oportunidades
contra un circunstancial contrincante o adversario, sino, bajo
condiciones de abuso y supremacía en número y cantidad. O sea, de manera
cobarde. La irracional forma de golpear a una sola persona que tienen
estos pandilleros, resulta más que indignante en tiempos como los que
vivimos, en los que se supone ya hemos superado épocas primitivas de la
historia del hombre.
Tales
barbaridades, sólo pueden ser analizadas y entendidas como actos
propios de personas que actúan al margen de la Ley. Sin embargo, el día
ayer en la noche, pudimos ver por las redes sociales y por la
televisión, estupefactos, sorprendidos, indignados, cómo un grupo de por
lo menos 14 efectivos de nuestra Policía Nacional del Perú, decidieron
por sí mismos apresar al sacerdote cajamarquino Marco Arana –suspendido
momentáneamente en sus funciones por Cipriani – , a quien le propinaron
desde el primer instante y sin mediar ningún diálogo, duros golpes en
todas partes del cuerpo, sentado, en el suelo y también mientras lo
conducían a la delegación policial de dicha ciudad. Posteriormente se
supo también que al interior de la dependencia policial, mujeres y
hombres policías siguieron golpeándolo e insultándolo; le mentaron la
madre, le dijeron “hijo de puta” y hasta lo abofetearon en más de una
oportunidad. La verdad resulta incomprensible la bajura con que
actuaron estos efectivos policiales quienes copiando e imitando el
accionar de pandilleros forajidos, arremetieron a golpes contra una
persona desprotegida, sola y sin intenciones de resistencia a la
autoridad, la misma que sólo atinó a increparles a los policías que no
lo golpearan, pues desde luego, no tenían ningún derecho a hacerlo. Ante
esto, lo más lamentable, es que tanto estos policías, así como otros
líderes de opinión y autoridades, no se han detenido siquiera a reparar
en la capacidad dialogante, inteligencia y elevada calidad humana que
posee el padre Marco Arana, quien siempre ha evidenciado una actuación
sensata y de apoyo indesmayable para con las capas más desfavorecidas de
nuestra sociedad, por lo que esta triste agresión, resulta aún más
incomprensible.
La
actuación que viene evidenciando la Policía Nacional en Cajamarca y
otros lugares donde han habido manifestaciones de protesta social, con
muertos y decenas de heridos, no es, sino, la expresión práctica del
desprecio y soberbia que se evidencia día a día a través de los grandes
medios. La indolencia e incomprensión de los justos reclamos de los
cajamarquinos se expresa en el ninguneo tanto por parte de autoridades,
como de los grandes medios de comunicación, quienes sólo atinan a
repetir que nuestros miles de hermanos son poco menos que “borregos” o
seres sin capacidad de actuación propia y que sólo “responden a
consignas de unos cuantos politiqueros revoltosos” . Ante esto,
necesitamos con urgencia de actores sociales que nos permitan vislumbrar
un trato respetuoso a todas las personas por igual. Pero también
necesitamos desechar la idea campeante que pretende con soberbia ordenar
al mundo y la vida de los demás desde la tranquilidad distante de
nuestras vidas citadinas y lejos del sufrimiento que día a día viven
nuestros HERMANOS del interior.
Cajamarca
ha vivido los últimos 20 años de minería engañosa y abusiva, de
mentiras y prepotencia empresarial, de daño ambiental irreversible, de
contaminación de sus ríos y tierras, de derrame de mercurio e
intoxicaciones masivas, y todo gracias a la complacencia de las
autoridades de turno con el gran capital minero; hoy, el proyecto Conga
se muestra como la expresión de continuidad de lo que ya han vivido, por
eso los cajamarquinos no confían en esta empresa y hoy más que nunca
necesitan la atención responsable de sus reclamos que vienen afirmando
con conmovedora persistencia; Cajamarca siempre fue un pueblo pacífico y
la violencia que hoy se desata sólo es producto de un conjunto de malas
actuaciones oficiales que han venido agrediendo su dignidad como
pueblo.
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