Todo empezó con una simple pregunta: ¿Cuánto le cuesta la Iglesia católica al Perú? Encontrar la respuesta resultó mucho más difícil de lo que pensamos. Lejos de un monto específico, nos topamos con una solitaria palabra: incalculable. Si Julio Andrade ‘se la lleva fácil’, nuestros amigos de las sotanas −algunos− se la llevan regalada, y a manos llenas. Una institución que lleva siglos pegada a la mamadera estatal.
ESCRIBE: CÉSAR VÁSQUEZ RIVERA
FOTOS: AUGUSTO ESCRIBENS
El catolicismo llegó al Perú con los españoles, con una mano delante y la otra detrás. Si bien los reyes chapetones eran católicos, los representantes de su iglesia desembarcaron en las costas peruanas prácticamente con lo que llevaban encima, dispuestos (o, en todo caso, obligados) a empezar de cero. Varios siglos han pasado desde entonces, tiempo en el que esta Iglesia pasó de ser una modesta congregación, a ser probablemente la institución más rica y poderosa del país.
Cipriani siempre se ha caracterizado por su gusto por la opulencia en su ropa y accesorios.
El Perú supuestamente es un estado laico desde 1979, sin embargo la Constitución no lo especifica así, solo dice que tiene una relación de colaboración con la Iglesia católica. Pero aunque la Carta Magna dijera, textualmente, que ninguna religión prevalece sobre las otras en nuestro país, los astutos católicos se las ingeniaron para asegurarse una serie de beneficios económicos, mediante argucias legales y no tan legales.
CON NUESTRA PLATA
El Estado peruano, sin estar obligado a ello, paga sueldos mensualmente a los principales representantes de la Iglesia católica, dinero que sale del Tesoro Público. Es decir, nosotros, los contribuyentes, les ‘paramos la olla’ a los curas católicos, aunque profesemos otra religión o no tengamos ninguna. Al respecto, Velaverde conversó con el periodista y escritor Pedro Salinas, quien ha dedicado varias de sus columnas a criticar a esta Iglesia y a su rostro más visible y controvertido en el país, el cardenal Juan Luis Cipriani.
“En lo personal me fastidia que, de mis impuestos, vaya una parte a pagar el sueldo de Cipriani, porque encima este personaje pretende imponer sus propias creencias en políticas públicas. Tenemos un clérigo que no deja de entrometerse y de meter su narizota en la política local”, sentenció. “No puede haber una iglesia con mayores privilegios que el resto, que tenga que ver en la toma de decisiones de un Estado, o que se sienta con derecho de tener algún tipo de influencia en las políticas estatales”, acotó.
Salinas perteneció, años atrás, al Sodalicio, un movimiento católico conocido por su rigidez casi fundamentalista. Más temprano que tarde, el periodista se alejó de ese movimiento, porque, según nos comentó, sentía que su libertad estaba hipotecada.
ARGOLLA HISTÓRICA
La posición privilegiada de la Iglesia católica por sobre otras congregaciones se remonta a los inicios de la Colonia. El también periodista Rafo León investigó la historia de esta iglesia en el Perú, y lo buscamos para que nos diera algunas luces sobre el tema. “La Iglesia católica tiene una preeminencia social obviamente mayor a cualquier otra. Tiene una cantidad innumerable de propiedades en el Perú, puede que sea una de las entidades más ricas en bienes raíces, y tesoros de arte de los cuales no da cuenta absolutamente a nadie”, nos comentó.
Sin embargo, nadie se atreve a investigar a esta institución, porque según León, todavía existe un gran temor hacia esta iglesia, heredado de tiempos de la Inquisición. “Cuando los conquistadores se establecen, crean las encomiendas, la mayoría de haciendas pasan a manos de la Iglesia, y con el tiempo esta las divide, comercializa y vende. En el campo ya no posee inmuebles, pero se hizo de inmensas propiedades en la ciudad durante la Colonia. La mitad del Cusco es de la Iglesia, una de las ciudades más caras de América”.
El periodista citó el caso concreto del Café Ayllu, local histórico de la Plaza de Armas cusqueña que se vio obligado a mudarse debido al excesivo incremento del alquiler. “Ellos pagaban 4 mil dólares mensuales, pero un día la Iglesia decidió que ese era un precio ridículo de acuerdo al mercado, y lo subió a 16 mil dólares. El Café Ayllu se tuvo que ir y ahora hay un Starbucks en su lugar”, nos contó. Según León, las autoridades eclesiásticas vienen trabajando con un pool de abogados para rentabilizar sus bienes en todo el país, conventos gigantescos, iglesias, y otras propiedades que, como el Café Ayllu, nadie sabía que eran de la Iglesia. Tal es también el caso de las monjitas francesas del restaurante L’Eau Vive (El agua viva), en el Jr. Ucayali en el Centro de Lima, de donde las quiere echar el Arzobispado incrementándoles astronómicamente la renta, pues dicha calle se ha revalorizado al convertirse en peatonal. No toman en cuenta los jerarcas de la Iglesia, que dichas hermanas han consagrado años y dinero en recuperar el local, y todos los días dan de comer gratis a los menesterosos (véase en Velaverde Nº 7).
Izquierda: Susana Chávez, directora de Promsex. A la derecha: Marco Huaco, abogado especialista en el tema eclesiástico.
MONTO INCALCULABLE
Pese a saber que cuantificar el patrimonio de la Iglesia es casi imposible, buscamos al abogado Marco Huaco, quien investigó el tema a fondo. El especialista nos explicó que la financiación del Estado a la Iglesia católica se puede dividir en dos grandes rubros, directa e indirecta. La primera consiste en los desembolsos que hace el Ejecutivo en favor de esa institución cada mes, y la segunda, se refiere a los múltiples beneficios tributarios y donaciones que reciben.
La financiación directa viene de dos fuentes legales, el Concordato del año 79 y las propias leyes peruanas vigentes. Se trata de asignaciones que no tienen carácter de sueldo ni de salario, por lo que no constituyen renta. Además de personal eclesiástico, hay una serie de cargos que no tienen que ver con la Iglesia, cuyos sueldos son pagados con nuestros impuestos. La planilla eclesiástica incluye a tres archiveros, siete guardianes, seis pilotos de lancha (¿?) y doce monaguillos, entre otros cargos algo disparatados.
Son en total 1,030 personas en 54 cargos, que representan un total de S/.150,604.55 que el Estado paga cada mes, es decir, S/.1’808 mil soles anuales, que salen literalmente de nuestros bolsillos. También hay 10 becas “Cardenal Juan Landázuri Ricketts”, de S/.450 mensuales cada una, un total de S/.54,600 anuales. Asimismo, los contribuyentes pagamos las pensiones de jubilación vitalicias de todos los obispos y arzobispos, por un monto hasta ahora desconocido. Ninguna de estas remuneraciones está afecta a impuestos.
MILLONES EN TRIBUTOS
Pero esta es solo la punta del iceberg, pues estos montos son una bicoca comparados con lo que representa la financiación indirecta que recibe del Estado. Hablamos concretamente de la total exoneración de impuestos a la Iglesia católica, cosa que no ocurre con ninguna otra entidad, y mucho menos, con otras iglesias. “Cipriani puede decir que gana solo S/.1,300 soles mensuales, que no le importa ese dinero y que lo pueden donar a obras de caridad, pero lo que nunca va a decir es que hay financiación indirecta”, nos explicó Huaco.
Según el especialista, la Iglesia no paga IGV ni Impuesto Selectivo al Consumo (ISC). Tampoco paga impuesto predial por sus templos y monasterios, ni impuesto vehicular, ni alcabala, ni arbitrios por sus innumerables propiedades, ni aranceles de aduana e IGV por donaciones. Además, no pagan por las prórrogas de permanencia de religiosos extranjeros en el Perú, ni tributo alguno por pasajes internacionales. Tampoco pagan Licencia de Funcionamiento ni de Construcción.
Pero aquí no acaba la cosa. Según la Ley de Presupuesto, el Estado destinó este año el ‘sencillo’ de S/.2’603 mil a la Iglesia católica, cosa que –obviamente– no hace con ninguna otra iglesia. Esta cantidad puede variar según el año, pero es una referencia de para qué se usan nuestros tributos. Además, cada cierto tiempo, la Superintendencia de Bienes Nacionales (SBN) publica en el diario El Peruano resoluciones de adjudicación de bienes a favor de la Iglesia. Le entrega terrenos, edificios o casas, en calidad de donación. Qué generosos.
Por si fuera poco, nuestros amigos católicos no están obligados a llevar contabilidad formal, ni a llevar registro de sus compras y ventas. Todas estas gollerías, las justifican alegando la expropiación de sus bienes en el Virreinato y en la Guerra con Chile. Sin embargo, nunca especificaron a cuánto ascendía esa deuda. Lo más sorprendente de todo esto, es que la Iglesia se vale de una interpretación antojadiza del artículo 1° del Concordato, para justificar que estos beneficios le corresponden.
Hay una mafia de tráfico de obras de arte al interior de la Iglesia, según Rafo León.
TRETA JURÍDICA
“La Iglesia católica goza de independencia y autonomía”, es lo que dice ese artículo, pero los señores de la sotana dicen que en base a ello la Iglesia no puede ser fiscalizada, porque sus relaciones con el Perú son de igual a igual. “Ese artículo lo usan para evadir la fiscalización, lo que realmente quería decir es que no hay unión entre Iglesia y Estado”, añadió Huaco. El Concordato tiene carácter de tratado internacional, por lo tanto, solo puede ser derogado por el Poder Ejecutivo. Pero ningún Gobierno se ha atrevido a hacerlo.
Con esta simple triquiñuela, la Iglesia católica deja de pagarle al Estado peruano millones de soles en impuestos cada año, una cifra que, sabemos que es astronómica, pero que no podemos calcular con exactitud debido al secretismo de esta institución y a que ni siquiera tiene la obligación de registrar sus actividades económicas. Y lo peor de todo esto, es que el Concordato no tiene fecha de caducidad. Así que mientras no tengamos un Gobierno que se atreva a enmendarle la plana a Cipriani y compañía, seguiremos manteniéndolos con dinero de nuestros bolsillos, por los siglos de los siglos, amén.