jueves, 16 de mayo de 2013

Susana higuchi, torturada y despreciada por sus hijos

Susana Higuchi fue torturada en los sótanos del Pentagonito y en la cama del hospital donde estuvo internada,  por órdenes de su entonces esposo el dictador Alberto Fujimori Fujimori. Estos viles actos  le provocaron serias afectaciones a su salud  y a  su coherencia comunicativa. Sin embargo, sus hijos, entre ellos, Keiko Fujimori, quien la reemplazó como primera dama, gozaban de la opulencia del poder de su padre. Jamás defendieron públicamente a doña Susana, su madre. El poder y la opulencia pueden convertirse en una enfermedad de la cual se dice no hay cura, sobretodo cuando esta se la adquiere a muy temprana edad.  Los que vivieron con el poder, como Keiko y Kenyi, no saben vivir sin él, no entienden la vida de otra forma, aún a costa de los terribles agravios contra su madre. Susuna Higuchi sólo cumplió con denunciar los actos corruptos del gobierno de Alberto Fujimori.

Susana Higuchi: Lo que el amor de una madre puede soportar

Este día de la madre quiero manifestar mi reconocimiento a todas las mamás del Perú. Asimismo alguna vez dije que iba a tocar el tema de la madre de Keiko, Kenyi, Hiro y Sachi Fujimori y qué mejor fecha para tocar este tema.
Susana Higuchi fue la primera dama de la República cuando su ex-esposo, el Ingeniero Alberto Fujimori, se alzó con la victoria de las elecciones de 1990 como un “outsider” que se desligaba de los partidos tradicionales y que contó con el apoyo del APRA y de la izquierda peruana. Ella durante los primeros años del 90 se dedicó a trabajar en la “Fundación por los Niños del Perú” a veces opacando la imagen de Alberto.
Descripción: Alberto Fujmori
Alberto Fujmori
Dos años más tarde, quien alguna vez fue la señora de Fujimori denunció ciertas prácticas turbias alrededor del uso de ropa donada de Japón por parte de los de los hermanos de su marido. Resulta que ellos traficaban dichos bienes para luego venderlos por el país (el caso de la ONG Apenkai). Desde ese entonces comenzaron a fortalecerse los conflictos familiares ancestrales entre los Fujimori y los Higuchi y por otra parte Vladimiro Montesinos comenzó a intensificar la separación de la pareja presidencial.
Después del autogolpe de 1992 vino lo peor para la Sra. Higuchi y debido a ello Caretas recoge su siguiente testimonio.
“Un fin de semana entre abril y mayo de 1992, ocho personas me sacaron con mucha violencia del departamento que nos fue asignado en el segundo piso de uno de los edificios del SIE. Me sacaron con los ojos vendados, me encapucharon, me metieron en una camioneta 4×4 y me llevaron a no sé dónde. Me torturaron con golpes hasta que caí inconsciente. Me inyectaron algo para que me quedara totalmente dormida. Allí me aplicaron electroschock, porque cuando vi hablar a Demetrio Peñaherrera, me preguntaba a mí misma: ¿me habrán hecho lo mismo? Yo, como `Vaticano’, quedé con lagunas mentales, no hilaba bien las oraciones, no sabía lo que hablaba. No reconocí a nadie. Pero sé que todos tenían porte militar. No sé cuántos días pasaron, pero me ponen la misma ropa con la que me encontraron. Aparentemente estaba desnuda, tambaleante. Me sacaron de ese lugar y me dejaron por la parte posterior al departamento asignado al Pentagonito”
Ver testimonio de Máximo San Román:

Pentagonito
El medio también demuestra que la señora Higuchi sería torturada hasta el final del gobierno fujimontesinista en diferentes ocasiones. El periodista Gustavo Gorriti y la agente Leonor La Rosa corroboran, en diferentes ocasiones, la presencia de la madre de Keiko Fujimori en los sótanos del Pentagonito. El presidente y esposo de Susana en ese entonces da falsas declaraciones para encubrir al aparato de inteligencia de ese entonces.
Keiko, Kenji, Hiro y Sachi Fujimori
Será en la caída del gobierno fujimontesinista cuando Susana Higuchi pudo reencontrarse con sus hijos y cada día intenta fortalecer su vínculo con ellos. Ella candidatea al Congreso y se vuelve congresista por la lista del Frente Independiente Moralizador para el periodo 2001-2006.
Este post demuestra cuanto una madre puede querer y cuanto unos hijos vendidos e inclinados hacia los favores de su padre pueden aceptar. Lo mejor que pueden hacer Hiro, Sachi, Kenji y Keiko es reivindicar a su madre quien evitó ser manchada por las garras de la corrupción y terminó siendo torurada en los sótanos del SIE… pero pasan los años, se le impide hacer justicia y sus propios hijos con su silencio prefieren que se la siga tratando casi  como loca.

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